93.000 alumnos de educación infantil, primaria y bachillerato estudian en centros públicos formados por casetas de obra, contenedores marítimos reutilizados o módulos prefabricados montados de manera provisional, y que en demasiados casos, se prolongan en el tiempo. Son las escuelas barracones de Cataluña.
Con el curso académico terminado y una convocatoria electoral en marcha, es un buen momento para evidenciar una realidad que suele pasar desapercibida. Según el eldiario.es en toda Cataluña hay 95 centros educativos que funcionan en estas condiciones, de ellos, 31, lo llevan haciendo más de una década.
¿Cómo verías que la clase de tu hijo fuera una caseta de obra? La misma que utilizan los albañiles para guardar las herramientas y los materiales de construcción. O la que le montan al jefe de cuadrilla para que tenga una oficina a pie de obra.
En la calle Llacuna, en el barrio de Poble Nou de Barcelona encontramos un colegio de primaria construido con contenedores marítimos reutilizados. Se encuentra a pocos metros detrás de la Torre Agbar, el paradigma barcelonés de la modernidad. En la parte de atrás del área 22@. Un conjunto de edificios modernos que albergan empresas tecnológicas, en primera línea del último tramo de la Avenida Diagonal.
Para construir esta área empresarial, el ayuntamiento tuvo que acometer un proceso de expropiación forzosa. Poble Nou era uno de los polígonos industriales más antiguos de la ciudad que había quedado inoperativo. Su absorción por parte del núcleo urbano hacia que los camiones que surtían a las fábricas les costara acceder a ellas. Esa parte del barrio, a principios del siglo XXI, era un conjunto de naves abandonadas, pisos de protección oficial en los que vivían los obreros que trabajaron en el polígono y locales de ocio nocturno, que supieron aprovechar las infraestructuras que dejó el antiguo complejo industrial.
Detrás del 22@ aún quedan casas y bloques de viviendas en pié. En ellas viven personas mayores que han vivido allí toda su vida, y se resisten a abandonar su casa, y trabajadores con un nivel adquisitivo medio bajo que han alquilado un piso.
Para los hijos de estos inquilinos está ideado el colegio de los containers. Por pintoresco que parezca, a ellos no acuden los hijos de los directivos de las empresas del 22@.
Es curioso, pero los colegios prefabricados de Cataluña se encuentran estratégicamente colocados. Puedes ver uno a las afueras de Manresa, el de “Les Bases” y otro en Navás, un pueblo industrial de la comarca del Bages, pero ninguno está en Pedralves o en Sant Gervasi, los barrios altos de Barcelona.
Cataluña, una región rica.
Uno puede pensar que estas cosas pasan en una región deprimida económicamente, pero no es el caso. Cataluña tiene un P.I.B. de 229.418 millones de euros, lo que la convierte en la segunda economía de España. Su renta per cápita asciende a 29.942€, 3.000 € por encima que la media nacional.
A pesar de ello, Cataluña encabeza los recortes en educación y sanidad. En el último presupuesto de la Generalitat se efectuó una reducción de fondos destinados a educación de 20 millones de euros. Llevan encadenando recortes desde que en el 2000, Artur Mas, entonces presidente del gobierno catalán, fuera uno de los primeros en aplicar las recetas de reducción del gasto social propuesto por el F.M.I.
Durante años, en Cataluña ha funcionado la justificación de que no se invertía lo suficiente en las condiciones de vida de la población porque “Madrid nos roba”. Las sucesivas investigaciones judiciales determinaron que Jordi Pujol, primer presidente electo de la Generalitat en esta etapa de la democracia, padre del moderno nacionalismo catalán, hoy convertido en independentismo, llegó a amasar, junto a su familia, una fortuna de 290 millones de euros robados de las arcas públicas. Quien más robaba a Cataluña, al parecer, no estaba en Madrid.
La situación no ha cambiado con Esquerra Republicana. El actual presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, se hizo famoso en el 2019, cuando era Conseger de Economía, por haber sacado la “Ley Aragonés”. Una ley autonómica que dejaba en manos privadas la gestión de los servicios públicos; en concreto, sanidad y educación.
Los colegios de barracones forman parte de esa realidad oculta de Cataluña que nunca se ha querido mostrar.
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