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Los frescos de Sigena.

Lluis Llach
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Lluis Llach defiende el derecho de Cataluña a expoliar el patrimonio de aldeas de Aragón.

El 28 de junio, el ex-cantautor antifascista Lluis Llach, hoy presidente de la Asamblea Nacional de Cataluña (A.N.C.), junto a 50 manifestantes más, intentaron impedir la entrada de los técnicos del gobierno de Aragón al Museo Nacional de Arte de Cataluña (M.N.A.C), ya que estudian cómo devolver los frescos del Monasterio de Santa María de Sigena (Huesca) al lugar donde fueron arrancados impunemente desde 1936. Una sentencia firme del Tribunal Supremo da un plazo de 6 meses para que las pinturas  románicas regresen a su lugar de origen.

Entre los nuevos compañeros de viaje de Lluis Llach, en otro tiempo referente de la izquierda revolucionara, se encuentran Laura Borrás, ex – presidenta del Parlamant Catalá, condenada por corrupción y tráfico de influencias, y los diputados de Junts: Agustí Colomines, Francesç de Dalmeses y y Ennatu Domingo, abiertamente de derechas.

La Asamblea Nacional de Cataluña es una asociación ciudadana independentista financiada con fondos de la Generalitat y aportaciones privadas, muchas de ellas de empresarios catalanes que, al mismo tiempo que financian esta organización, subvencionan el plácido “exilio” de Carles Puigdemont por tierras europeas.

Lluis Llach se hizo con la presidencia de esta asociación en las últimas elecciones internas por mostrarse virulentamente contrario a las conversaciones del independentismo catalán con el gobierno de España.


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La acción de los técnicos aragoneses obedece a una sentencia judicial firme, que no admite recurso, y que es fruto de una lucha judicial de más de 40 años entre el ayuntamiento de Villanueva de Sigena, una aldea de 310 habitantes, y la Generalitat de Catalunya, el gobierno de una de las regiones más ricas del país.

Lluis Llach opina que no estamos ante un acto de justicia, sino frente a una manifestación de “catalanofobia” y declara que las pinturas románicas de Sigena son un bien “importantísimo” del patrimonio histórico-artístico catalán. Aunque el cantautor omite en su discurso que las pinturas fueron extraídas de un monasterio de monjas del desierto aragonés de los Monegros.

Historia de un expolio.

Aprovechando el revuelo de la Guerra Civil, el marchante de arte Josep Gudiol i Ricard aparece en el Monasterio de Santa María de Sigena en 1936 y extrae los frescos de las paredes de la iglesia con técnicas rudimentarias, sin pedir permiso a nadie.

En ese momento, el pueblo había sido tomado por milicianos anarquistas y las monjas habían abandonado el convento, el cual había sido objeto de incendios y pillajes, respetándose, únicamente, la iglesia aledaña.

Gudiol conserva los frescos en la Casa Atmetller de Barcelona durante toda la Guerra Civil, dentro de 64 rollos de alfombras, donde algunos artistas se esfuerzan por restaurarlos.

En 1940, con Franco en el poder, Gaudiol vende o entrega los frescos, que pasan a ser expuestos en el Palacio Nacional de Montjuic, hoy sede del MNAC como muestra de arte románico catalán.

Fruto de la expectación que estos frescos estaban levantando, en 1960, el propio director del MNAC, Don Joan Ainaud de Lasarte, marcha al convento aragonés a arrancar de las paredes, las pinturas que Gudiol no pudo llevarse 27 años atrás.

Ya en la democracia, en 1982, las monjas de la Orden de Malta, propietarias del convento, venden al gobierno catalán de Jordi Pujol, 44 piezas de arte por valor de 66 millones de pesetas. Pujol volvería a hacer negocio con estas monjas en 1992 y 1995, arramblando con la mayor parte del patrimonio artístico del convento.

Frescos de Sijena
Fragmento de los frescos de Santa María de Sigena

La lucha por recuperar los frescos de Sigena.

En 1984, el ayuntamiento de Villanueva de Sigena inicia un viacrucis judicial por intentar recuperar el patrimonio que se le había arrebatado.

Lo primero que hace es interponer un recurso ante el Tribunal Constitucional. El tribunal tardará 14 años en pronunciarse sobre el asunto y le dará la razón a la Generalitat de Catalunya.

Esto no evita que la aldea oscense persista en su intento por recuperar su patrimonio. Tanto es así, que el ayuntamiento, con el apoyo de los vecinos, emprende la vía judicial ordinaria. En el 2015, el Juzgado de Primera Instancia Nº1 de Huesca declara nula la venta que hicieron las monjas a la Generalitat y obliga a la devolución de las obras de arte. Artur Mas, presidente de la Generalitat en ese momento, se niega a cumplir la sentencia judicial.

Se inicia, entonces, toda una cadena de juicios en diferentes instancias entre el gobierno de Cataluña y el ayuntamiento de la aldea de Huesca, la cual fue recabando apoyos y sumando autoridades a su causa, entre ellas, al gobierno de Aragón.

El 8 de abril del 2017 se funda “Sigena, Sí”, una plataforma ciudadana que reivindica la recuperación del patrimonio artístico arrebatado.

En el 2021 se agota la vía judicial. El tribunal supremo dicta sentencia favorable a los vecinos de Sigena, aunque la resolución judicial no empieza a ejecutarse hasta 4 años más tarde.

El gusto de la burguesía catalana por el expolio patrimonial.

El expolio de obras de arte de interés público no le es ajeno a la burguesía catalana.

Al costado de la Catedral, en el Palacio de los Condes de Barcelona, se haya uno de los museos más curiosos de la ciudad condal: el Museo Frederic Mares. Un conjunto de más de 50.000 objetos que pertenecen a las diferentes colecciones particulares que tuvo en su día este escultor, perteneciente a una familia de acaudalados industriales barceloneses.

El museo es interesante para conocer los gustos y el estilo de vida de la burguesía catalana de finales del siglo XIX y principios del XX. En sus salas encuentras revistas, juguetes, juegos de té, pipas, etc. Antes de su muerte, Mares entregó a la ciudad de Barcelona sus colecciones y las de su familia a cambio de que fueran expuestas.

Lo que más llama la atención del museo es la planta baja, donde se exhiben más de un centenar de esculturas de arte religioso, provenientes de diferentes partes de España, que van desde el periodo visigodo hasta el comienzo del barroco, con predominio del arte románico y gótico. Vírgenes sacadas de sus altares, cristos arrancados de la cruz, retablos en sobre-relieve.

Conociendo la historia del museo te imaginas a Frederic Mares recorriendo todo el país llegando a acuerdos con frailes, monjas y párrocos rurales para llevarse por “cuatro duros” las obras de arte de las iglesias.

Hay que señalar que el saqueo del patrimonio no es exclusivo de la burguesía catalana. Basta con visitar el Museo Británico de Londres para comprobar que es una práctica bastante extendida.

No es aixó, Lluis.

Tal vez, lo que más sorprenda es como un músico, que se hizo famoso en los años 70 por cantar “L´estaca”, que defendía la unidad de todos los oprimidos para tirar al suelo la dictadura franquista, y que cantaba aquello de “La gallineta diu que no, visca la revolució”, termine defendiendo con tanta vehemencia el saqueo a las pequeñas aldeas.

Se supone, que la gente de izquierdas nos ponemos de lado de los débiles, no de los poderosos que se aprovechan de su poder para someter a los indefensos.

Se supone también, que por definición, la izquierda es internacionalista, no nacionalista. Estamos en contra de las injusticias se produzcan donde se produzcan. Todo lo contrario que el nacionalismo, una visión mezquina a la que solo le importa lo que sucede dentro de un territorio acotado.


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Pero la vida de Lluis Llach está llena de contradicciones, algunas de ellas antagónicas. Gran parte de su vida se ha mostrado como un revolucionario coherente, pero Lluis no procede de la clase obrera, sino de una familia de terratenientes carlistas del Ampurdá. El carlismo es una de las ideologías más reaccionarias que existen. Defienden privilegios nobiliarios heredados de la edad media.

En teoría, el origen de clase no tendría que afectar a sus posiciones ideológicas. Carl Marx y Friedrich Engels traicionaron a su clase, para ponerse al lado de la clase obrera.

Pero este no es el caso de Lluis Llach. Lluis pudo declararse marxista con 20 años, sacar discos cada 3 o 4 años, a su ritmo, o dedicarse a producir vino de autor en la vejez, porque tiene el soporte del patrimonio familiar detrás.

Y claro, cuando los privilegios de la familia están en juego, se revuelve como una serpiente. Por eso no es extraño que a Lluis se le vea tan a gusto con sus nuevos compañeros de viaje. En fin, son los de su clase.


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