Comanchería: la pasión contra el destino

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Las personas son destruidas por la razón, pero inspiradas por la pasión. Y esta película está dirigida por esta esencia.

Son los duros años de la Gran Recesión. En la pared del edificio de un pequeño y desértico pueblo de la Texas profunda se puede leer:

“Tres veces en Irak, y a nosotros nadie nos rescata”.

Así dacomienzo la película Comanchería. Son tiempos inciertos marcados por las deudas y la pobreza de la gente. Ante esto hay dos destinos, someterse o alzarse ante esa razón. Dos hermanos, Toby y Tanner Howard, deciden enfrentarse con el plan ideado por el hermano pequeño. Deben conseguir el dinero que necesitan para pagar los 32000 dólares de la hipoteca inversa más los 11000 de intereses y salvar la única propiedad familiar, pago que vence al cabo de unos días. ¿Cómo? Robando al mismo banco al que tienen que pagar. Es la lucha de David contra un Goliat representado por las corporaciones financieras y los fondos buitre.

‘Veros robando a esos cabrones con su propio dinero… Si eso no es de tejanos no sé que es.’Así expresará el abogado que les gestiona el pago al banco su solidaridad y admiración ante esta gesta.


Trailer de Comancheria.

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Dando un salto y centrándonos en la escena final, vemos un auténtico duelo del más puro western que enfrentan a Toby con Marcus Hamilton, ranger de Texas. En ella Toby sintetiza esa rebelión ante el destino con esta frase:

Siempre he sido pobre. Igual que mis padres. Y mis abuelos. Es como una enfermedad que se transmite de generación en generación y se convierte en una epidemia. Infecta a todas las personas que uno conoce… pero no a mis hijos. Ya no.

Porque si la denuncia inicial sobre el rescate mostraba el propósito, este último discurso final recorre el espíritu de toda la película. El diagnóstico es claro, la pobreza como epidemia intergeneracional está provocada por los mismos que no nos van a rescatar. Ante ello sólo cabe la rebelión, la comanchería.

Los dos hermanos representan la dualidad del espíritu de la historia. El mayor, Tanner, la pasióncuya vida está traspasada por matar al padre, el maltratador de la madre. Las consecuencias, 10 años de cárcel. El menor, Toby, la razón. Acompañará a la madre hasta el final. Y es ahí, al fallecer la madre, cuando corazón y cabeza vuelven a conectar con el propósito de ajustar cuentas al destino impuesto.Y en esa dualidad, Tanner como un héroe épico, no dudará en sacrificar su propia vida. Pero el sacrificio no es en balde.


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Si bien Toby se muestra en la película como el hermano sensato e inteligente y a Tanner como el delincuente impulsivo, es este último el que llevará hasta las últimas consecuencias lo que indica el título en inglés, haz lo que tengas que hacer sin importar las circunstancias. Su decisión en un momento donde se encuentran acorralados por un grupo de ciudadanos armados es vital. Toby debe culminar el pago y escapar, mostrándose él mismo como señuelo ante sus perseguidores.

Por fin, en el duelo final entre Toby y Marcus, el bandido y la ley, es donde encontramos el punto más alto de la historia. La pasión llevada al límite por el hermano mayor encuentra su punto de fusión en Toby. Esa dualidad al fin cumple el objetivo, poner fin a la epidemia de la pobreza en las siguientes generaciones.

La película tiene sin duda muchos otros aspectos que podríamos destacar, como la relación entre el ranger Marcus Hamilton, un moderno Don Quijote representante del obsoleto viejo oeste, y el mestizo Alberto Parker, el pueblo indígena sometido que nos regalará la siguiente reflexión dirigiéndose al ranger:

“Hace mucho tiempo tus antepasados eran indios, hasta que vino alguien y los mató, los esclavizó y te convirtieron en uno de ellos. Hace 150 años toda esta tierra era de mis antepasados. Todo lo que se ve. Todo lo que viste ayer. Hasta que los abuelos de esta gente se lo quitaron… y ahora se la quitan a ellos. Pero no lo hace un ejército, sino esos hijos de puta de ahí. (Alberto, señalando una sucursal bancaria)”.

Comenzábamos diciendo que la pasión es lo que guía a las personas. Es al fin el arma contra un destino destructor. Un anhelo al que no debemos renunciar para ser dueños de nuestra vida.


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