Solemos relacionar el yoga con la parte física, las posturas, pero esto no es más que la punta del iceberg. El yoga es una disciplina completa que persigue la unión del cuerpo y la mente. La conexión del ser humano con su esencia, profundizando en un largo camino de crecimiento personal.
Hablamos sobre yoga y autoconocimiento con Judith Martínez, instructora y coach, que imparte sesiones y talleres en el Centro Reset de Madrid, en el Zentro Urban Yoga (en el Barrio de Salamanca), en el club Gong de la Moraleja y en el centro Saijaku Zen de Alcobendas.
- ¿Qué relación tiene el yoga con el crecimiento personal?
Mucha. El yoga es un camino hacia tu ser, para que conectes con tu esencia. A lo largo de nuestra vida, por distintas experiencias, nos van invadiendo los miedos, las inseguridades, nos vamos poniendo máscaras y nos desconectamos de nuestro ser.
En el yoga está visto solo la parte física, pero engloba muchas más cosas. Incluye unos principios éticos que se llaman Yamas y Niyamas. Los Yamas son unos códigos de conducta social, que regulan como te relacionas con el mundo y con las personas. El primero se denomina Ahimsa, la no violencia, no dañar. Luego están los niyamas que son códigos de conducta personal. Cómo te tratas a ti misma.
Yoga significa unión. Buscamos la unión cuerpo-mente. Algo que en la sociedad occidental se trata muy por separado, cuando en realidad están unidos. Lo que afecta a tu cuerpo afecta a tu mente y viceversa.
El yoga es una búsqueda para que el ser humano se libre de aquellas cosas que nos causan sufrimiento, como el ego, el apego, los miedos, el odio. Una forma de librarnos para hallar la libertad, la dicha. Un proceso de autoconocimiento y de conexión con quien en realidad eres.
- Tú llegaste a la enseñanza del yoga a través de una historia de superación personal. Sobrepasando momentos difíciles que viviste en un momento determinado de tu vida. ¿Nos puedes contar cómo fue? Creo que puede ser positivo para otras personas.
Claro. Yo era abogada. Estudie derecho y preparé oposiciones a juez durante 7 años. Tenía contacto con el yoga desde el 2012. Estuve un año con práctica constante, por tema físico debido al estudio de la oposición. Tenía la espalda bastante mal. Los contactos con el yoga son esporádicos hasta el 2019.
Había dejado las oposiciones hacía un año y había encontrado trabajo en el mundo inmobiliario y en los fondos de inversión, pero aquello no era lo mío. Empecé a padecer de ansiedad. Estaba estresada por el ritmo de trabajo y la presión de los objetivos. Además, el ambiente de trabajo y la relación con mis superiores me estaban afectando. Por mi forma de ser, necesito un trabajo que sienta que estoy aportando algo a los demás, haciendo un bien.
A eso se unió una ruptura sentimental. Pasó todo en la misma época. Entre la presión del trabajo y los episodios tóxicos que se daban en la relación de pareja comencé a padecer ansiedad. Para superar la situación acudí a una psicóloga y en una ocasión me dijo: “por qué no vuelves al yoga, medita, que te va a venir muy bien.” Ahí es cuando el yoga se convirtió para mí en un estilo de vida.
Tanto me ayudó a conectar conmigo misma, a superar aquel bache, que decidí hacer lo mismo por otras personas. Al final, el yoga es un camino hacia tu esencia. Es ahí cuando decidí prepararme, ir formándome y emprender.
- El crecimiento personal recurre a menudo a filosofías y técnicas orientales. ¿A qué crees que se debe ese fenómeno?
Yo creo que en la cultura oriental tiene un interés, una predisposición, por llevar una vida más saludable, más plena y más de desarrollo del ser.
El yoga es una de las disciplinas más antiguas. Yo soy muy fan de la cultura oriental porque tienen unos estilos de vivir diferentes a los que tenemos en occidente. Una de las cosas que aprendes cuando haces la formación de yoga es cómo adaptar esas enseñanzas al estilo de vida que llevamos en occidente. Estamos sobreestimulados.
Decía el pensador hindú Patanjali, que el objetivo final del yoga era alcanzar el Tayali, el final del camino. Lo que el calificaba como el cese de las fluctuaciones de la mente. Nuestra mente va del pasado al futuro constantemente. La finalidad del yoga es que la mente esté aquí. En el presente. Lo mismo que persigue el mindfulness.
La relación con los sentidos es clave. Estamos sometidos a un sinfín de estímulos. Debemos aprender a discernir entre aquellos que nos pueden ser beneficiosos y los que nos dañan. Si nos dejamos influir por todos, terminamos con problemas como la ansiedad o la depresión.
Evidentemente, oriente y occidente son culturas muy diferentes, pero nos pueden aportar elementos valiosos para sobrellevar la vida frenética que tenemos.
- ¿Qué relación tiene el yoga con otras disciplinas como la meditación o el mindfulness?
La meditación es parte del yoga. Es una de las ramas del yoga. Las 8 ramas o pasos que establece el maestro Patanjali para liberarnos del ego, los miedos y el sufrimiento, y alcanzar la dicha y la conexión con el ser.
La meditación se lleva utilizando desde la antigüedad. El mindfullness aparece mucho tiempo después. Son dos cosas diferentes. Para meditar lo ideal es que busques un sitio tranquilo. Lo principal no es dejar la mente en blanco, porque eso es imposible, es llevar la atención a un objeto de concentración. Es un entrenamiento de la mente. Busco concentrarme en un objeto. Puede ser una vela, una imagen, visualizaciones que te lleguen a la cabeza con los ojos cerrados, o la técnica más tradicional, que es concentrarse en tu respiración.
En cambio el mindfulness se puede hacer en cualquier momento. Se ha vuelto muy popular el “mindful eating.” Estas comiendo y estas atento a las texturas, al sabor, a todas las sensaciones que te está produciendo el comer. No estás pendiente de la tele, del teléfono, etc. Simplemente una cosa a la vez, en eso consiste el mindfulness. Evitar el multitasking, que sería lo contrario.
El yoga y el mindfulness tienen una coincidencia de fines. Adquirir la consciencia sobre el aquí y el ahora. Un paso decisivo en el largo camino del crecimiento personal.