Hablamos con el escritor valenciano Enrique Vaqué sobre sus dos últimas novelas y el libro que está preparando.
Enrique Vaqué compagina su actividad profesional como químico con la de novelista. Sus tres novelas: “Los colmillos del Trópico”, “Los señores del fin del mundo” y “La tarántula roja” han sido publicadas por la Editorial Sargantana. Prepara el lanzamienro de su siguiente novela para principios del 2026.
La primera pregunta, que seguro que te la han hecho más veces. ¿Qué hace un químico escribiendo novelas? Esto es un clásico.
Sí, es un clásico, sí. Bueno, la gente se asombra un poco de que una persona cuya formación es básicamente de ciencias se dedique a la literatura. No es tan infrecuente si uno mira ejemplos importantes de la historia de la literatura. Tendríamos que empezar con el mismo Goethe, que hacía experimentos de química. Más recientemente, tenemos el caso del escritor italiano Primo Levi, que era químico también.
Primo Levi trabajó muchos años en una fábrica de plásticos y estuvo trabajando de químico en el campo de concentración de Mauthausen. Él era judío y lo detuvieron los nazis. Por ser químico, lo mandaron al laboratorio y eso le salvó la vida.
El lugar común, lo que hace que confluya la literatura y la ciencia, al menos en mi caso, es que siempre he sido un gran admirador de esa tendencia literaria que fue el naturalismo. Iniciado oficialmente por Zola y seguida en España por Blasco Ibáñez, y en Portugal por Queirós.
El naturalismo es una visión de la vida que se basa en un intento de observar la realidad social de la misma manera que lo hacen las ciencias experimentales. Intentando seguir un método científico y evitando el subjetivismo.
Es un movimiento literario que me fascina. Primero, estudia la realidad de una forma rigurosa, carente de prejuicios. Luego, una vez has visto el mapa de la realidad, es cuando ya puedes poner tus emociones y esperanzas en el relato, pero no antes, porque si no, tú alteras la realidad que quieres mostrar al lector.
“La tarántula roja”, tu última novela está ambientada en el Nueva York del 2008, el año del crack de la bolsa. Es el crack el que precipita la trama. Mientras que tu anterior libro, “Los señores del fin del mundo” está enmarcada en la edad media. ¿Cuesta más escribir sobre la actualidad que tomar una perspectiva histórica?
Yo creo que sí. A la perspectiva histórica le puedes dar un sentido más metafórico. Al fin y al cabo nadie sabe exactamente lo que pasó. ¿Tienes idea de cómo hablaban en la edad media? No, lo puedes saber por los escritos. Pero evidentemente, ni entonces ni ahora, se escribe en el mismo tono que se habla.
De la edad media, por ejemplo, tenemos la referencia de Santo Tomás de Aquino o la poesía de Jorge Manrique, pero desde un punto de vista sociológico, no son representativos de la realidad de su época. Son una élite intelectual. La mayoría de la gente no pertenecía a ese grupo.
Al final, tú tienes que hacer una recreación de cómo se comportaba la gente en aquella época, de cómo hablaban.
Yo lo que pensé en Los Señores del Fin del Mundo es hacer una metáfora del mundo moderno, del mundo postmoderno, porque yo creo que estamos en un cambio de época.
Es decir, la edad contemporánea empezaría con la caída de las Torres Gemelas, y el periodo que va desde la Revolución Francesa hasta el atentado del 11-S, vamos a llamarle la edad revolucionaria. Un periodo que hemos dejado atrás. Vivimos en un mundo medio zombi, porque todavía conservamos los valores de aquella época en una época completamente nueva.
Lo que intenté hacer en ese libro fue trasladar la situación actual al fin de la Edad Media. ¿Qué pasa cuando las personas nos vemos sometidos a un cambio de época?
Ahora bien, hablar sobre la realidad de estos días requiere hacer un ejercicio por entender lo que está pasando. Primero, tienes que hacerlo de una forma verosímil, porque si no, la gente en seguida se aburre.
Por otro lado, la metáfora tiene que ser mucho más sutil. Hoy en día, estamos expuestos a relatos continuamente: las series, las películas, los videojuegos. Todos tienen argumentos.
Entonces, tú, como narrador, tienes que ser original. Tienes que buscar algún argumento que entretenga, que guste. No puedes escribir grandes discursos, porque, bueno, sencillamente te los dejan a un lado. Escribir sobre los tiempos modernos está muy bien, pero requiere unas metáforas, digamos, intertextuales.
En La Tarántula Roja, los protagonistas son dos jóvenes valencianos, que por avatares de la vida se encuentran en el Nueva York del 2008, y pasan por una serie de vicisitudes complicadas, muy complicadas. ¿Es esto una metáfora de la situación que viven los jóvenes en la actualidad?
Yo creo que sí. Algunos han llegado a decir que es una novela generacional. Yo no lo había pretendido así. La novela habla de la generación que nació en los ochenta, y refleja cuáles son las dificultades que tienen para desarrollarse.
Pablo, el protagonista, procede de una familia, digamos, con posibles. De la antigua aristocracia valenciana. Aunque no son ricos, se puede decir que tienen una vida desahogada. Es lo que llamamos la clase media.
Pero ella, Blanca, proviene de una familia modesta. Por los mecanismos de la sociedad y por la casualidad se encuentra en Nueva York y se hacen amantes.
A lo largo de la novela uno puede ver cómo para los jóvenes, incluso para los bien situados, las dificultades en el entono laboral, de poder salir adelante, de poder formar un proyecto, son enormemente difíciles.
En ese sentido, alguien la ha descrito como una novela social, aunque básicamente yo he querido escribir un thriller.
Otra constante que he visto en tus novelas es que aparecen personajes de distinta extracción social. Personajes humildes que se relacionan con personas mejor acomodadas. ¿Por qué este recurso? A mí me parece un recurso interesante.
Si volvemos al paradigma del naturalismo, vemos que una de las cosas que más enfatiza este movimiento es precisamente el conflicto. Y sobre todo el conflicto social. Que duda cabe que cada fracción social tiene sus intereses, y que estos intereses chocan a menudo. Sobre todo en un mundo que, como ahora, tiene una progresiva desigualdad.
Cuando más o menos había ciertas políticas de igualdad, y además eran eficaces, porque ahora no lo son, ese conflicto social queda un poco sordo, porque mientras haya terreno para desarrollarse, la gente se conforma.

«La tarántula roja» de Enrique Vaqué
Última novela del escritor valenciano hasta la fecha.
Pero a medida que cada vez menos gente se apodera de más recursos, en todos los aspectos, va quedando un campo más yermo para las generaciones que vienen.
Hay una norma que dicen los editores norteamericanos: si no hay conflicto, no hay interés. Pues una forma de generar interés es explicar un poco los mecanismos mediante los cuales unos hombres ejercen poder sobre otros.
Es un tema que a mí me fascina. Y diría que si tuviese que hablar de un solo leitmotiv, de un solo asunto conductor en toda mi novela, y en la próxima que voy a publicar, previsiblemente a principios del año que viene, sería este.
Cuéntanos un poco de qué va tu próxima novela, ¿si puedes?
Sí, con mucho gusto. Todavía está en fase de corrección, me la está corrigiendo ahora mismo un inspector de policía nacional y un funcionario de prisiones. Una parte de la acción se desarrolla en la cárcel y quiero ser riguroso.
En la próxima novela, el mismo protagonista de La Tarántula Roja, Pablo, se encuentra con que las acciones del banco que tiene su familia, que yo llamo en la ficción Banco Industrial de Valencia, cuando se pone en contacto con el Consejo de Administración del Banco, se da cuenta de que valen muy poco, porque el banco está en quiebra y, además, una parte del capital está en manos de la mafia rusa.

Cierre del Banco de Valencia.
Trasfondo de la próxima novela de Enrique Vaqué.
Él se ve obligado a meterse en estos círculos, y a negociar con la mafia rusa para poder salvar el patrimonio familiar y también para intentar salvar a su tía, que es una «socialité» valenciana, que la han metido en la cárcel por blancamiento de capitales en el mismo banco.
Y, bueno, ahí Pablo se tiene que meter en unos conflictos bastante escabrosos. Tanto en lo financiero como en lo personal.
La novela se inspira en dos tramas reales, que desde un planteamiento naturalista, de describir la realidad, fija los esquemas de ficción. Parto de analizar a un nivel la quiebra de Banco de Valencia y por otro lado, el intento de la mafia rusa de entrar en la economía española. Cosa que intentó hacer en una ocasión creando una trama desde Alicante.
Y, bueno, este cóctel sería el que integraría la próxima novela, que, como digo, está prevista que saque la editorial, el primer trimestre del año que viene.
Estoy todavía corrigiendo, como digo, con estos profesionales, estos asesores, porque siempre procuro que sea lo más verosímil posible.
Necesito confirmar si esto que se describe en la novela es competencia de la Guardia Civil o es cosa de la UDEF. O en la cárcel, por ejemplo, si las presas llevan uniforme o cada una lleva su propia ropa.
Para mí, como digo, es muy importante el realismo y que el lector vea que se ha trabajado la trama y que lo que se describe en el libro podría ser posible,
Aguardamos con expectación la próxima novela de Enrique Vaqué.
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